lunes, 20 de octubre de 2008

Lo relativo juega a Judas: sacrílego o sacrificado.
Se hace la risa llanto y las tragedias jocosas.
A veces deseamos tormentas que barran con todo; otras, preferimos el humus, las ramas podridas, la tierra fría, la vida en los restos, gusanos de humedad.
Diciendo la verdad mienten los oráculos. Tantas señales que no comprendemos. Cae el dolor entre los ojos cerrados, como un hacha ansiosa que había estado esperando el instante. Y luego, lluvia de mariposas muertas como flores de seda, como cáscaras secas.
El fango se afanga, borbotea, croa, se escaman los labios. Y hasta nos da gusto la muerte precisa; hasta saboreamos la sal de las lágrimas; nos asomamos a los espejos y tocamos su agua clara:
más allá de ellos las serpientes nadan y se muerden la cola

domingo, 5 de octubre de 2008

“El camino de Galta, polvoso y desértico, expuesto a la huella y al viento que la borra, es ese trayecto abierto a lo provisional, a la improvisación y a la pérdida, es decir, al amor. Una de las tantas avenidas del sentido, sólo que ésta no conduce a sitio alguno.”

“Un discurso simiesco que confunde sus huellas, se revuelca en ellas y sopla para borrarlo hasta agotarse en esa perpetua reinauguración de su marcha y su risa –la risa del mono: esa que no sabe de qué se ríe. Allí no hay que buscar un pensamiento continuo, disertativo y orgánico. Por el contrario, se trata de una reflexión desencadenada (el desenfreno del razonamiento), el discurrir y no el discurso. Un trabajo sobre los límites de lo pensable”.

“El camino de Galta no conoce ese recato del pensamiento que nos obliga a ser consistentes con lo que decimos. Acostumbrados a conseguir la seguridad de los espejos, a mirar el cuerpo como otra vergüenza, el camino del mono nos desagrada y confunde. Mono al fin, su impudicia no tiene límites; gozoso de exhibir su cuerpo, rasga la impecable vestidura de los signos –y el cuerpo que nos muestra no es un cuerpo de saber sino, como diría Barthes, un cuerpo de placer”.

“Allí los signos pierden su positividad para ser sólo la huella, un aquí sin dónde”


(“Críticos y amantes”. María Fernanda Palacios)