domingo, 23 de mayo de 2010

Exilio (Alejandra Pizarnik)


A Raúl Gustavo Aguirre


Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.

¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?

Siniestro delirio amar a una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.

martes, 18 de mayo de 2010

domingo, 16 de mayo de 2010

Terrible


"Devil and the deep blue sea behind me
vanish in the air you'll never find me
i will turn your face to alabaster
when you will find your servant is your master"

martes, 11 de mayo de 2010

domingo, 9 de mayo de 2010

Violeta hermosa

Violeta hermosa

Violetas para Violeta (Sabina)

La página de sucesos
del Mercurio y La Estafeta,
entre dietas para obesos,
presos y falsos profetas,
confirmaba que sin besos
se marchitan las violetas.
Sí.

Maldigo del alto cielo
que nos expropió su canto,
sus décimas, su pañuelo,
su quinchamalí, su llanto,
viola de chicha y pomelo,
cacerolas del espanto.
Sí.

Habráse visto insolencia,
cinismo y alevosía,
contaminan la decencia,
secuestran la fantasía,
cuando clama la inocencia
llaman a la policía.
Sí.

Lo dijo Violeta Parra,
hermana de Nicanor,
por suerte tengo guitarra
y sin presumir de voz,
si me invitan a una farra
cuenten con mi corazón.
Sí.

Volaron desde Chicago
unos gringos con corbata
y en una suite de Santiago,
sin pisar Chuquicamata,
defecaron en mi pago,
sobraban las serenatas.
Sí.

Más sola que una maleta
olvidada en la Gran Vía,
desde que se fue Violeta
enlutando la poesía,
se ensañan con los poetas
las faltas de ortografía.
Sí.

La cuequita de mi Chile,
los listos de Guasingtón,
la marchitan con fusiles
que acribillan la razón,
malaya sean los desfiles
y el cristo que los parió.
Sí.

Los pobres no somos ricos
ni el cobre es más que la greda,
la libertad cierra el pico
desde que hay toque de queda,
pregúntale a los milicos
qué hicieron en La Moneda.
Sí.





 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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lunes, 3 de mayo de 2010

Sobre el cuerpo

Anatomía es destino

S. Freud


   Lo somático, lo corpóreo, no se opone a lo psíquico. El cuerpo es la fuente de nuestra alma, en él nos encontramos y nos reconocemos: cada palpitación, movimiento, marea del cuerpo, nos dice quiénes somos, y a partir de allí conocemos el mundo y a los demás. El cuerpo es la fuente del más profundo y misterioso sentido religioso, el origen de nuestras percepciones.

   Stanley Keleman, director del Centro de Estudios Energéticos de Berkeley, comienza su libro, Anatomía Emocional, de la siguiente manera: “La vida hace formas. Estas formas son parte de un proceso organizativo que da cuerpo a emociones, pensamientos y experiencias en una estructura. Esta estructura, a su vez, ordena los eventos de la existencia (…) La forma es impresa por los retos y tensiones de la existencia. La forma humana está marcada por el amor y la decepción”, así como respondemos al amor y desamor desde la misma experiencia que ha signado nuestro cuerpo.

   Keleman propone la existencia de “arquetipos emocionales-somáticos”, los cuales, sin representar una caracterización total e irrevocable de cada individuo y su anatomía, influyen en nuestra conciencia y crean patrones de funcionamiento del cuerpo que condicionan nuestro desenvolvimiento en el mundo. Todo tiene una estructura y organización en patrones: desde las galaxias hasta las células, y todo está interconectado, desde lo micro a lo macro, así como nuestro cuerpo es un todo y no la suma de sus partes: “cada uno de nosotros es una cadena de eventos vivos, una red organizada, un microambiente creando un macroorganismo” (Keleman). Canales, tubos, capas, sacos, órganos, movimiento de los distintos sistemas del cuerpo, surgieron de una sola célula, así como todo el universo surge de una pequeña porción de materia.

   Estamos hechos principalmente de agua, “para entender la forma humana, es esencial comprender las propiedades del agua”, dice Keleman. El agua, según la forma que tome, revela las distintas etapas de la vida, incluida la muerte: al ser embriones nuestro tejido se encuentra mucho más cercano al estado líquido; en la adultez, éste se densifica volviéndose más sólido, y cuando morimos volvemos al estado líquido para terminar siendo gases, propios de la putrefacción. El agua es lo informe que da lugar a todo, es el génesis y la muerte, como encontramos en La Biblia y la mayoría de los textos cosmogónicos. El agua es furia, tranquilidad, fluidez, estatismo, caídas, recorrido: en ella encontramos la totalidad de la vida psíquica.

   Las hormonas son también agua electrificada, unida a otras sustancias, siendo el origen de todo comportamiento animal, de cada reacción, emoción, sentimiento, reflejo. El agua disuelve, sintetiza y cataliza, rige cada proceso de nuestro cuerpo, y nuestro cuerpo es el origen de nuestra identidad. Los primeros tipos psicológicos (y somáticos), respondían a cuatro humores, a cuatro líquidos: flema, sangre, bilis negra y bilis amarilla; según el predominio de cada uno de estos en su ser, el individuo era catalogado como flemático, sanguíneo, melancólico o colérico, respectivamente. La medicina, durante siglos, se rigió por este principio.

   Existe un pensamiento del organismo y una memoria ancestral del cuerpo. Nuestros antepasados se manifiestan en nuestra fisonomía, o se esconden en nuestro código genético. En el cerebro existen capas que revelan distintas etapas de nuestra evolución: compartimos una, la más inferior, con el resto de las especies: esta capa proviene de nuestros primeros pasos fuera del agua, es un cerebro anfibio, de sangre fría, donde residen nuestras necesidades más básicas; luego encontramos al mamífero de sangre cálida, con emociones e instintos filiales; en las capas externas o córtex están grabados los aspectos culturales, la manifestación de símbolos, el uso de herramientas. El cerebro, así como el corazón, tiene un ritmo, un patrón de expansión y contracción: se inhibe ante el miedo, el terror y el shock, se vuelve hiperactivo ante la rabia, se encoje ante la tristeza, se endurece ante el desafío, suaviza y armoniza su movimiento ante el amor y la excitación sexual. Y así como reacciona el cerebro lo hacen los músculos, el bombear de la sangre, la respiración.

   Desde que estamos en el vientre, nuestro cuerpo crea defensas o barreras ante lo que resulta amenazante: aún cuando el tejido del feto sea suave, cercano al estado líquido, reacciona ante la falta de soporte (por ejemplo, si la madre tiene cierta edad o sufre de problemas en los huesos) haciéndose más denso. Igualmente, los bebés que no son sostenidos en brazos lo suficiente, reaccionan con rigidez, convirtiéndose esto en un patrón que lo acompaña hasta la edad adulta y define la imagen que el individuo tiene de sí mismo, así como su manera de relacionarse. Al caminar erectos, exponemos nuestras zonas vulnerables, nos enfrentamos al mundo.

   Los traumas, su duración e intensidad, alteran esta postura y la forma que asumimos. Keleman propone cuatro tipologías básicas somáticas, que no implican patologías, sino manifestaciones de cada historia emocional. A continuación describimos brevemente las causas de tales formas somáticas:

   Individuo rígido: familias que inhiben el sentimiento, hacen al niño demandante y agresivo. Falta de ternura.

   Individuos densos: traición, humillación, duda, falta de independencia.

   Individuos hinchados: manipulación, falta de espacio personal.

   Individuos colapsados: abandono, indiferencia.

   Estos tipos pueden encontrarse combinados en un mismo individuo, correspondiendo uno al exterior y otro al interior, variando en músculos u órganos, o en las partes superior e inferior del cuerpo. Estas tipologías pueden corresponder a una reacción pasajera frente a un trauma específico (los músculos se vuelven rígidos ante el miedo, densos ante el desafío, hinchados por falso orgullo o colapsados ante la falta de apoyo); o convertirse en un patrón permanente de nuestro organismo.

   “La anatomía emocional contiene misterios ancestrales, presenta retos y placeres, así como una pista del futuro”, indica Keleman. Esto nos hace preguntarnos si en alguna medida es posible que nuestras experiencias emocionales, al ser capaces de influir en nuestro organismo, condicionen la forma somática de nuestros hijos, si la arquitectura somática de las emociones puede alterar la genética. Siendo así, nuestra experiencia emocional influiría en las vidas futuras.

   En la tragedia, el destino está signado por culpas pasadas, incluso ancestrales, que el individuo debe expiar en nombre de sus antepasados; al igual que es destino la anatomía, la tragedia es un destino irrevocable para quien se encuentra con ella: pero, ¿hasta dónde es esa verdad espiritual una verdad biológica? Si heredamos lo orgánico, heredamos asimismo lo emocional: cierto patrón psíquico que signa nuestro recorrido en el mundo.

   Nuestro cuerpo guarda un misterio inconmensurable, somos portadores de lo desconocido, o mejor dicho, somos lo desconocido, lo extraño que sin embargo revela quiénes somos:

Formas
nada revueltas escapan infalibles de aires
recogen
el polvo que toca a todos
sin permitirse
otro lenguaje
            Y más acá de transcurrir
            vuelan estos espacios
            recorren posibilidades
            trastocan sobrevivencias
            segmentos de cuerpos
                                  esparcidos
                                  desde antes
            Formas
conciencia de formas
ahora siempre adoloridas
continuamente incontinuas
atadas a la divagación
           verificadas
           en el misterio

(Formas en el sueño figuran infinitos, Hanni Ossott)

Cristina Gálvez Martos
 
 
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sábado, 1 de mayo de 2010

Poemas de Homero Aridjis

A Betty



Y Dios creó las grandes ballenas

allá en Laguna San Ignacio,

y cada criatura que se mueve

en los muslos sombreados del agua.

Y creó al delfín y al lobo marino,

a la garza azul y a la tortuga verde,

al pelícano blanco, al águila real

y al cormorán de doble cresta.

Y Dios dijo a las ballenas:

"Fructificad y multiplicaos

en actos de amor que sean

visibles desde la superficie

sólo por una burbuja,

por una aleta ladeada,

asida la hembra debajo

por el largo pene prensil;

que no hay mayor esplendor del gris

que cuando la luz lo platea.

Su respiración profunda

es una exhalación".

Y Dios vio que era bueno

que las ballenas se amaran

y jugaran con sus crías

en la laguna mágica.

Y Dios dijo:

"Siete ballenas juntas

hacen una procesión.

Cien hacen un amanecer".

Y las ballenas salieron

a atisbar a Dios entre

las estrías danzantes de las aguas.

Y Dios fue visto por el ojo de una ballena.

Y las ballenas llenaron

los mares de la tierra.

Y fue la tarde y la mañana

del quinto día.


.-.-.


Asombro del tiempo


(Estela para la muerte de mi madre Josefina Fuentes de Aridjis)


Ella la dijo: Todo sucede en sábado:
el nacimiento, la muerte,
la boda en el aire de los hijos.
Tu piel, mi piel llegó en sábado.
Somos los dos la aurora, la sombra de ese día.

Ella la dijo: Si tu padre muere,
yo también voy a morir.
Sólo es cosa de sábados.
Cualquier mañana los pájaros
que amé y cuidé van a venir por mí.

Ella estuvo conmigo. En mi comienzo.
Yo estuve con ella cuando murió, cuando nació.
Se cerró el círculo. Y no sé
cuándo nació ella, cuándo morí yo.
El rayo umbilical nos dio la vuelta.

Sobre la ciudad de cemento se alza el día.
Abajo queda el asombro del tiempo.
Has cerrado los ojos, en mí los has abierto.
Tu cara, madre, es toda tu cara, hoy que dejas la vida.
La muerte, que conocía de nombre, la conozco en tu cuerpo.

Dondequiera que voy me encuentro con tu rostro.
Al hablar, al moverme estoy contigo.
El camino de tu vida tiene muchos cuerpos míos.
Juntos, madre, estaremos lejanos.
Nos separó la luna del espejo.

Mis recuerdos se enredan con los tuyos.
Tumbados para siempre, ya nada los tumba.
Nada los hace ni deshace.
Palpando tu calor, ya calo tu frío.
Mi memoria es de piedra.

Hablo a solas y hace mucho silencio.
Te doy la espalda pero te estoy mirando.
Las palabras me llevan de ti a mí y de mí a ti
y no puedo pararlas. Esto es poesía, dicen,
pero es también la muerte.

Yo labro con palabras tu estela.
Escribo mi amor con tinta.
Tú me diste la voz, yo sólo la abro al viento.
Tú duermes y yo sueño. Sueño que estás allí,
detrás de las palabras.

Te veo darme dinero para libros,
pero también comida.
Porque en este mundo, dicen,
son hermosos los versos,
pero también los frutos.

Un hombre camina por la calle.
Una mujer viene. Una niña se va.
Sombras y ruidos que te cercan
sin que tú los oigas, como si sucedieran
en otro mundo, el nuestro.

Te curan de la muerte y no te salvan de ella.
Se ha metido en tu carne y no pueden sacarla,
sin matarte. Pero tú te levantas, muerta,
por encima de ti y me miras desde el pasado mío,
intacta.

Ventana grande que deja entrar a tu cuarto la ciudad de cemento.
Ventana grande del día que permite que el sol se asome a tu cama.
y tú, entre tanto calor, tú sola tienes frío.

Así como se hacen años se hace muerte.
Y cada día nos hacemos fantasmas de nosotros.
Hasta que una tarde, hoy, todo se nos deshace
y viendo los caminos que hemos hecho
somos nuestros desechos.

Sentado junto a ti, veo más lejos tu cuerpo.
Acariciándote el brazo, siento más tu distancia.
Todo el tiempo te miro y no te alcanzo.
Para llegar a ti hay que volar abismos.
Inmóvil te veo partir, aquí me quedo.

El corredor por el que ando atraviesa paredes,
pasa puertas, pasa pisos,
llega al fondo de la tierra,
donde me encuentro, vivo,
en el comienzo de mí mismo en ti.

Número en cada puerta y tu ser pierde los años.
Tu cuerpo en esa cama ya sin calendarios.
Quedarás fija en una edad, así pasen los siglos.
Domingo 7 de septiembre, a las tres de la tarde.
Un día más, unos minutos menos.

En tu muerte has rejuvenecido,
has vuelto a tu rostro más antiguo.
El tiempo ha andado hacia atrás
para encontrarte joven. No es cierto
que te vayas, nunca he hablado tanto contigo.

Uno tras otro van los muertos, bultos blancos,
en el día claro.
Por el camino vienen vestidos de verde.
Pasan delante de mí y me atraviesan. Yo les hablo.
Tú te vuelves.

Pasos apesadumbrados de hombres
que van a la ceremonia de la muerte,
pisando sin pisar las piedras
de las calles de Contepec,
con tu caja al cementerio.

Tú lo dijiste un día:
todo sucede en sábado:
la muerte, el nacimiento.
Sobre tu cuerpo, madre, el tiempo se recuerda.
Mi memoria es de piedra.