martes, 11 de marzo de 2014

Un regalo de cumpleaños



Qué es esto, tras el velo, es feo, es hermoso?
Es reluciente, tiene pechos, tiene bordes?

Estoy segura de que es único, estoy segura de que es lo que quiero.
Mientras cocino en silencio, lo siento mirando, lo siento pensando.

“¿Es esta para la que debo aparecer,
Es esta la elegida, la de cuencas negras y una cicatriz?”

Midiendo la harina, cortando los sobrantes,
Adherida a las reglas, las reglas, las reglas.

Es esta la elegida para la anunciación?
Dios mío, qué risa!

Pero reluce, no se detiene, y pienso que me desea.
No me importaría si fuesen huesos, o un botón de perla.

No quiero un gran regalo, de todas formas, este año.
Después de todo estoy viva por accidente.

Me hubiese suicidado esa vez con gusto, de cualquier forma posible.
Ahora están esos velos, reluciendo cual cortinas,

El diáfano satén de una ventana de Enero
Blanco como sábanas de bebés y brillando de aliento muerto. Oh, marfil!

Debe haber un colmillo ahí, una columna fantasma.
No ves que no me importa lo que es?

Puedes no dármelo?
No te avergüences – no me molesta si es pequeño.

No seas malvado, estoy lista para la enormidad.
Sentémonos, uno a cada lado, admirando el resplandor,

El glaseado, su espejeante variedad.
Comamos nuestra última cena en él, como un plato de hospital.

Yo sé por qué no me lo darás,
Estás aterrado

El mundo se convertirá en un chillido, y con él tu cabeza,
Claveteada, bronce, un escudo antiguo,

Un prodigio para tus tataranietos.
No tengas miedo, no es tan así.

Sólo lo tomaré y me haré a un lado  tranquilamente.
Ni me oirás abrirlo, sin crujido del papel,

Sin cintas que caen, sin alarido al final.
No le das crédito a mi discreción.

Si supieras cómo los velos estaban matando mis días.
Para ti son sólo transparencias, aire limpio.

Pero dios mío, las nubes son como algodón.
Tropas de ellas. Son monóxido de carbono.

Dulcemente, dulcemente aspiro,
Llenando mis venas de invisibles, con el millón

De motas probables que sustraen años de mi vida.
Tu traje es plateado para la ocasión. Oh máquina de añadir – –

Es imposible para ti dejar ir algo, dejarlo ir entero?
Debes estampar cada pieza de morado?

Debes matar lo que puedas?
Hay una sola cosa que quiero hoy, y sólo tú puedes dármela.

Está de pie en mi ventana, grande como el cielo.
Respira desde mis sábanas, el centro frío y muerto.

Donde vidas fraccionadas se congelan y endurecen en la historia.
No dejes que venga por correo, dedo a dedo.

No dejes que venga de palabra en boca, tendría sesenta años
Para cuando termine de llegar, y muy entumecida para usarlo.

Sólo deja caer el velo, el velo, el velo.
Si estuviese muerto

Admiraría su profunda gravedad, sus ojos sin tiempo.
Sabría que ibas en serio.

Habría una nobleza entonces, habría un cumpleaños.
Y el cuchillo no tallaría, sino entraría

Puro y limpio como el llanto de un bebé,
Y el universo resbalaría de mi lado. 



Traducción: Cristina Gálvez Martos

-.-