domingo, 19 de julio de 2009

Luz granulada

Tomadas con mi réflex analógica. Aún se notan mis problemitas copiando en el laboratorio: unas tienen demasiado contraste, otras poco, algunas están muy opacas... pero ahí voy mejorando. Hice lo que pude con ayuda de la tecnología, seguramente sin éxito porque todo se ve más oscuro en este monitor.

Carrusel


Yira, yira..
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Las cortinas de Carmela


"La virgen se está peinando
entre cortina y cortina..."
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"Aquél" y "El otro"

De la obra de teatro de Gabriela Durán "Éste, Aquél y El Otro"

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Sintonizadores


Quién se sienta


Quién compra flores


Simbiosis ¿parasitaria?


Viejos cascarudos


En el mismo café


Volvió el agua


Mariajose y Juan




Cumpliendo dos años y justo me los encontré cuando tomaba fotos en La Estancia


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Los piecitos de Juan y María


martes, 14 de julio de 2009

Las horas.- Fragmentos

Virginia Woolf: I'm dying in this town.
Leonard Woolf: If you were thinking clearly, Virginia, you would recall it was London that brought you low.
Virginia Woolf: If I were thinking clearly? If I were thinking clearly?
Leonard Woolf: We brought you to Richmond to give you peace.
Virginia Woolf: If I were thinking clearly, Leonard, I would tell you that I wrestle alone in the dark, in the deep dark, and that only I can know. Only I can understand my condition. You live with the threat, you tell me you live with the threat of my extinction. Leonard, I live with it too.

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Clarissa Vaughn: All right Richard, do me one simple favor. Come. Come sit.
Richard Brown: I don't think I can make it to the party, Clarissa.
Clarissa Vaughn: You don't have to go to the party, you don't have to go to the ceremony, you don't have to do anything you don't want to do. You can do as you like.
Richard Brown: But I still have to face the hours, don't I? I mean, the hours after the party, and the hours after that...
Clarissa Vaughn: You do have good days still. You know you do.
Richard Brown: Not really. I mean, it's kind of you to say so, but it's not really true.

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Virginia Woolf: You cannot find peace by avoiding life, Leonard.

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Virginia Woolf: Dear Leonard. To look life in the face, always, to look life in the face and to know it for what it is. At last to know it, to love it for what it is, and then, to put it away. Leonard, always the years between us, always the years. Always the love. Always the hours.

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Dan Brown: The thought of this life, that's what kept me going. I had an idea of our happiness.

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Clarissa Vaughn: He gives me that look.
Julia: What look?
Clarissa Vaughn: To say your life is trivial. You are so trivial.

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Laura Brown: We're baking the cake to show him that we love him.
Richie Brown: Otherwise he won't know we love him?
Laura Brown: That's right.

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Virginia Woolf: A woman's whole life in a single day. Just one day. And in that day her whole life.

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Kitty: Oh, you're reading a book?
Laura Brown: Yeah.
Kitty: What's this one about?
Laura Brown: Oh, it's about this woman who's incredibly - well, she's a hostess and she's incredibly confident and she's going to give a party. And, maybe because she's confident, everyone thinks she's fine... but she isn't.

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Laura Brown: It would be wonderful to say you regretted it. It would be easy. But what does it mean? What does it mean to regret when you have no choice? It's what you can bear. There it is. No one's going to forgive me. It was death. I chose life.

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Richard Brown: Oh, Mrs. Dalloway... Always giving parties to cover the silence.

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Clarissa Vaughn: I remember one morning getting up at dawn, there was such a sense of possibility. You know, that feeling? And I remember thinking to myself: So, this is the beginning of happiness. This is where it starts. And of course there will always be more. It never occurred to me it wasn't the beginning. It was happiness. It was the moment. Right then.

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jueves, 22 de enero de 2009

Cortázar. Rayuela. Capítulo 68

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

Cortázar. Rayuela. Capítulo 7.

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua.